14/5/08

Solo como los locos


Conozco a un buen amigo que tiene gran afición por la práctica del submarinismo, quizás por esto entre otras muchas cosas es que ambos creo, hemos descubierto una buena amistad en no mucho tiempo.

Este amigo disfruta de vez en cuando, aunque sé que menos de lo que él quisiera, de la asombrosa experiencia de sumergirse en su propia soledad y observar. Cada vez que puede coge un avión, un tren o su coche y se marcha a la aventura, a una aventura aparentemente exterior y a la vez una aventura hacia lo más profundo de sí mismo, liberándose por un tiempo de la red con la que nos atrapan diariamente los amigos, los familiares, el trabajo, la pareja, el sexo, el cine, el alcohol, la televisión... Una red que a veces aprisiona nuestra atención y desenfoca el objetivo con el que captamos la realidad. Se marcha solo a disfrutarse a si mismo y dejarse ser a si mismo haciendo lo que más le gusta.

Es por todo esto que de vez en cuando, me comenta que se topa con personas con las que comenta sus viajes, y estas en su gran mayoría exclaman antes o después: ¿Te has ido de viaje...? ¿Sólo, como los locos...?. Cuando comentamos estas cosas casi siempre terminamos riendo y es que lo entiendo perfectamente, pues yo también soy muy aficionado a sumergirme en otros océanos de vez en cuando.

Hay personas que no entienden la soledad, y como no la entienden la temen. La temen como un niño pequeño teme la puerta entreabierta del armario de su habitación, ese armario que la mente infantil y todavía ignorante para ciertas cosas, ve como la cueva del monstruo terrible. Con el pasar de los años y de la infancia, muchos nos damos cuenta de que esas puertas que antes nos daban miedo, no solo no guarda ningún monstruo terrorífico, si no que puede ser la puerta de paso hacia otras experiencias, hacia otras personas y situaciones enriquecedoras.

A veces uno está demasiado atrapado, intoxicado por el entorno. A veces el chantaje de quien solo te ama según lo que le des nos aprisiona con el miedo de sentir que si nos alejamos por un tiempo quizás no sienta que somos sólo suyo y no nos vuelva a aceptar. A veces tememos tanto a la puerta que nos separa de otras realidades, de otras experiencias o de otras personas, que seguimos eternamente siendo como el niño pequeño con miedo al desapego de sus viejos juguetes, sus amiguitos de la guardería, su papá y su mamá que los cuida, con miedo a descubrirse a si mismo y tapando ese miedo y esa carencia de autoconocimiento con la falsa seguridad del círculo vicioso de nuestra vida cotidiana.

Nadie existe por sí solo, esto es una realidad. Vivimos interactuando, compartiendo y en colaboración con los que nos rodean. Pero también es bien cierto que la mejor manera de conocerse a uno mismo es adentrándose en la propia soledad de vez en cuando. Ésta, si no es forzada ni impuesta, es un camino fundamental de autoconocimiento. Esta autarquía interna es importante para estar bien con los demás ya que así no tendremos que estar demandando a los demás la atención y el reconocimiento que nosotros nos debemos a nosotros mismos.

Admiro verdaderamente a este amigo, como a todos los que deseosos por descubrir, por experimentar, se echan la mochila al hombro de vez en cuando y se van por ahí, sólos, como los locos, y libres de la coacción y la opinión de quienes viven en contínua dependencia de sus viejos juguetes, de sus viejas historias. Admiro a quienes se sienten libres para disfrutarse y sentirse a si mismos sumergidos en el gran océano de la vida que les rodea, pero lo suficientemente independientes como para nadar de un lugar a otro del océano jugando con las corrientes, dejanto por un tiempo atrás la falsa seguridad del mundo estancado de lo establecido.


José Luis Villalonga

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