27/5/08

CARNAVALES PERMANENTES

A veces me pregunto interiormente ¿Quién soy yo?, y normalmente esta pregunta me lleva a la de: ¿Qué soy yo?, y al final termino complicándome la vida del todo preguntándome ¿Cuando soy yo?.

A veces tengo la sensación de cambiar continuamente de disfraz, e igualmente observo esto en los que me rodean, salvo aquellos que han encontrado un “disfraz-personalidad” que les gusta bastante y lo han adoptado como permanente. Ahora por ejemplo, estoy utilizando mi disfraz de intelectual profundo que escribe algunos artículos que son la hostia para algunos y una tontería para otros. Esta noche, si salgo a tomar unas cervezas, posiblemente me pondré mi disfraz de “Don Juan” a ver si encuentro alguna Doña Inés disponible, aunque este disfraz la verdad es que lo tengo ya un poco pasado y tendría que hacerle algunos remiendos o tirarlo y comprar otro. Puede que mañana en la tarde me ponga mi disfraz de budista practicante y me siente en semiloto a intentar ver más allá de todos mis disfraces, aunque se con seguridad que el lunes me volveré a poner mi traje de diseñador gráfico, y un poco más tarde el de karateca experimentado que quiere saber que le dice su cuerpo cansado y dolorido por la práctica de katas.

Tan solo por la noche, cuando voy a dormir, en la soledad de mi dormitorio en un silencio tranquilo y acogedor, parece que se desvanecen todos mis disfraces y realmente me quedo desnudo ante mi mismo. Cuando practico la meditación igualmente observo una lucha encarnizada entre todos los disfraces que en algún momento creyeron tener vida propia y se retuercen de dolor entre si luchando por tomar el control de mi “yo” más ilusorio, luchando por no ser disueltos en la quietud impresionante de zazen.

Y a todo esto me sigo preguntando: ¿Quién soy?, ¿Quién o qué carajo somos realmente?. Puede que no sea cuestión de juzgar, sino de observar y descrubrir.

Yo personalmente creo que somos algo así como un siendo, un fluir, un proceso, aunque a veces me siento de lo más estático y atascado del planeta. Este siendo que no puede ser calificado, ni juzgado, ni etiquitado puesto que no es algo que permanezca exactamente igual de un momento a otro, es también mi gran miedo, y creo que el de casi todos ya que mi pobre cerebro no puede nunca estar tranquilo pensando que ya conoce algo totalmente a fondo, que ya lo tiene bien definido, que ya lo posee. Como el ideal del adolescente rebelde, romántico que empieza a intuir de lejos los caminos fronterizos de su independencia, de su personalidad, y cree haber descubierto el tesoro más grande del universo embriagados de juventud es fácil exclamar: ¡que un averno se trague todo cuanto conozco que yo, siempre seré yo!. Cuando la vida me despierta de esta ilusión, a veces suavemente, a veces con violencia, paro y de nuevo me pongo a preguntarme ¿Quién soy?, ¿Qué soy? ¿Cuando soy? y en ese momento, me vuelvo solo eso, una pregunta lanzada al vacío. Mientras tanto, la voz del maestro todavía resuena en lo más profundo de mi: ¡La vida nos atraviesa!, instante tras instante...




José Luis Villalonga

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