24/6/09

MATA A BUDA



Por Sam Harris


«Mata a Buda» decía el viejo adagio Zen. «Mata el Budismo» sugiere Sam Harris, quien argumenta que la filosofía y las prácticas sugeridas por el Budismo beneficiarían a mucha más gente si no fuesen presentadas como una religión.

Se dice que el maestro Budista nacido el siglo IX de nuestra era, Lin Chi, dijo en una ocasión «si te encuentras con Buda en tu camino, mátalo». Como muchas de las enseñanzas Zen, esto no parece ni de lejos una sugerencia amable. Pero contiene un punto valioso: Convertir a Buda en un fetiche religioso es perder gran parte de la esencia de sus enseñanzas. Al considerar qué puede ofrecer el Budismo en este siglo XXI, propongo que nos tomemos la provocación de Lin Chi muy seriamente. Como estudiantes de Buda, deberíamos quizá ignorar el Budismo.

No pretendo sugerir que el Budismo no tiene nada que ofrecerle al mundo. Desde luego es posible argumentar que la tradición Budista, considerada como un todo, representa la más rica fuente de sabiduría contemplativa que cualquier civilización ha producido. En un mundo durante tanto tiempo mediatizado por una lucha fratricida entre religiones basadas en un Dios en el cielo, la ascendencia de la sabiduría Budista debería ser bienvenida como un indudable avance. Pero esto no va a ocurrir. No hay razón para pensar que el Budismo va a competir con éxito con la incansable evangelización que Cristianismo e Islam llevan a cabo. Pero tampoco debería intentarlo.

La sabiduría de Buda se encuentra hoy en día atrapada por la religión Budista. Incluso en Occidente, donde científicos y contemplativos Budistas colaboran en el estudio de los efectos de la meditación en el cerebro, el Budismo sigue siendo un asunto meramente parroquial. Mientras que podría ser justo decir —tal y como muchos practicantes del Budismo alegan— que el Budismo no es en sí mismo una religión, muchos Budistas a lo largo del mundo lo practican como tal, en la misma forma ingenua y supersticiosa en la que todas las religiones son practicadas. No hace falta decir que cualquier no-Budista sí ve al Budismo como una religión y, lo que es peor, están convencidos de que es la religión equivocada.

Hablar sobre Budismo inevitablemente sirve para impartir una falsa visión de las enseñanzas de Buda. Así que, mientras nuestro discurso se defina como Budista, nos aseguramos de que la sabiduría de Buda no pueda hacer nada para ayudar al desarrollo de la civilización en el siglo veintiuno.



Peor aún, la continua identificación de los seguidores de Buda con el Budismo le da un apoyo tácito a la división religiosa en el mundo. En este punto de nuestra historia, esto resulta tanto moralmente como intelectualmente indefendible. Especialmente entre los más afluentes y mejor educados occidentales, sobre los que recae la mayor responsabilidad por la difusión de este tipo de ideas.

Es cierto que muchos representantes del Budismo, en particular el Dalai Lama, trabajan constantemente para enriquecer su punto de vista sobre el mundo a través del diálogo con la ciencia moderna. Pero el hecho de que el Dalai Lama se reúna habitualmente con científicos occidentales para discutir sobre la naturaleza de la mente humana, no quiere decir que el Budismo, o el Budismo Tibetano, o los propios puntos de vista del Dalai Lama, no estén contaminados por el dogmatismo religioso. De hecho, hay ideas en el Budismo tan increibles como para reducir el digma Cristiano del nacimiento de Jesús de una virgen plausible en comparación. A nadie le sirven unas nociones tan arcanas para darle una explicación evolutiva a la naturaleza de la mente humana. Entre Budistas Occidentales, están algunos educados en nuestras escuelas que aparentemente creen realmente que el Gurú Rinpoche nació del vientre de una flor de loto. No es el tipo de desarrollo espiritual que nuestra civilización ha estado anhelando durante siglos.

El hecho es que una persona pueda abrazar las enseñanzas de Buda e incluso convertirse en un convencido contemplativo Budista —de alguna forma, un Buda— sin creer en nada basándose en evidencias insuficientes. Algo que no puede necesariamente decirse de otras religiones basadas en la fe. El Budismo se parece a la ciencia de alguna forma. Uno parte de la hipótesis de que empleando su capacidad de atención de la forma prescrita —la meditación— y comprometiéndose o evitando ciertos comportamientos —la ética— obtendrá el resultado anhelado —sabiduría y bienestar psicológico—. Este espíritu empírico anima a los Budistas de una forma incomparable. Por esto, la metodología Budista, desprovista de banalidades religiosas, podría ser uno de nuestros mejores recursos para desarrollar un entendimiento científico de la subjetividad humana.



Doctrinas religiosas han balcanizado nuestro mundo en separadas comunidades morales, y estas divisiones han resultado ser una fuente continua de derramamientos de sangre. De hecho, la religión sigue siendo la misma fuente de violencia hoy en día que lo ha sido en el pasado. Conflictos recientes en Palestina —Judíos contra Musulmanes—, los Balcanes —Ortodoxos serbios contra Católicos croatas, Ortodoxos serbios contra Musulmanes bosnios y albanos—, Irlanda del Norte —Protestantes contra Católicos—, Cachemira —Musulmanes contra Hindúes—, Sudán —Musulmanes contra Cristianos y Animistas—, Nigeria —Musulmanes contra Cristianos—, Etiopía y Eritrea —Musulmanes contra Cristianos—, Sri Lanka —Budistas contra Hindúes—, Indonesia —Musulmanes contra Cristianos—, Iran e Irak —Chiítas contra Sunníes— y el Cáucaso —Ortodoxos rusos contra Musulmanes chechenos, Musulmanes azerbayanos contra armenios Católicos y Ortodoxos— son buenos ejemplos. Se trata de lugares en los que la religión es causa explícita de literalmente millones de muertes durante las pasadas décadas.

¿Por qué la religión es una fuente de violencia tan poderosa? No hay probablemente otra esfera de discurso donde los seres humanos articulen sus diferencias entre ellos de forma tan intensa, o interpreten dichas diferencias en forma de recompensas o castigos. La religión es un ámbito de discurso en el que el pensamiento nosotros/ellos tiene un significado trascendente. Si realmente crees que referirte a Dios utilizando el nombre correcto te supondrá la diferencia entre la felicidad eterna y el tormento, es hasta cierto punto razonable que estés dispuesto a tratar a los herejes y a los no-creyentes de una forma incorrecta. Así, las consecuencias de la diferencia religiosa llegan mucho más lejos que las nacidas del tribalismo, el racismo o la política.


La religión es también el único ámbito del discurso humano en el que la gente está sistemáticamente protegida de la obligación de mostrar evidencias en defensa de creencias mantenidas fuertemente. Aún así, estas creencias determinan por lo que vivir, por lo que morir y, en demasiadas ocasiones, por lo que matar. Se trata de un problema por que, cuando la apuesta es elevada, el ser humano tiene la elección sencilla entre conversación y violencia. O, a nivel de sociedad, entre la conversación y la guerra. Nada como un anhelo fundamental de ser razonable y de que nuestras creencias sobre el mundo puedan ser revisadas utilizando nuevas evidencias y nuevos argumentos para garantizar que podamos seguir hablando los unos con los otros. La certidumbre sin evidencias de forma necesaria nos divide y nos deshumaniza.

Así que uno de los mayores desafíos de la civilización en este siglo veintiuno es que por fin los seres humanos aprendan a hablar sobre sus elecciones personales más profundas, sobre ética, sobre experiencia espiritual y sobre lo inevitable del sufrimiento humano, de una forma que no sea radicalmente irracional. Y nada se opone a este proyecto de una forma más poderosa que el respeto que le concedemos a la fe religiosa. Mientras que no hay garantías de que dos personas racionales estén siempre de acuerdo, sí las hay de que a dos personas irracionales les separen sus dogmas.

Me parece improbable que podamos superar las divisiones actuales simplemente multiplicando ocasiones para el diálogo entre creencias. El juego de la civilización no puede ser la mutua tolerancia entre irracionalidades patentes. Aunque todas las partes del discurso ecuménico y religioso estén de acuerdo en tratar con amabilidad los temas donde sus puntos de vista sobre el mundo irremediablemente colisionan, esos temas seguirán siendo por siempre fuentes de intolerancia entre sus correligionarios. La corrección política simplemente no garantiza una base duradera para la cooperación humana. Para que las guerras por religión nos resulten tan incomprensibles como ya nos resultan la esclavitud o el canibalismo, sólo hay que desprenderse del dogma religioso.

Lo que el mundo necesita en este momento son medios de convencer a los humanos de que el conjunto de las especies sobre el planeta son su comunidad moral. Para esto es necesaria una forma no sectaria de hablar sobre el conjunto de experiencias y aspiraciones humanas. Necesitamos un discurso sobre la ética y la espiritualidad que no se vea limitado por el dogma y los prejuicios culturales, tal y como el discurso científico lleva siglos siendo. Lo que necesitamos, de hecho, es una ciencia contemplativa, una aproximación moderna a la cuestión de buscar el alcance real del bienestar psicológico. Y no vamos a desarrollar dicha ciencia inventándonos un Budismo Americano, un Budismo Occidental, o un Budismo Comprometido.

Si la metodología Budista —preceptos éticos, meditación— nos descubre verdades sobre la mente y los fenómenos del mundo —verdades como el vacío, la autocontemplación y la impermanencia—, estas verdades no son patrimonio del Budismo. Sin duda, cualquier practicante mínimamente serio de la meditación se dará cuenta de esto, mientras que muchos Budistas no lo hacen. Consecuentemente, incluso si una persona es plenamente conocedora de las técnicas meditativas descritas en la literatura Budista, identificarle como un Budista sólo servirá para confundir a otros.

Hay una razón por la que no hablamos de física Cristiana o de álgebra Musulmana, a pesar de que los Cristianos inventaron la física que conocemos y los Musulmanes inventaron el álgebra. Hoy en día, cualquiera que le diese importancia al origen Cristiano de la física o a las raíces Musulmanas del álgebra inmediatamente sería considerado un ignorante sobre dichas disciplinas. De la misma forma, una vez que le demos una explicación científica a los fenómenos contemplativos, dicha explicación trascenderá cualquier asociación religiosa. Cuando esta revolución conceptual tenga lugar, hablar de meditación Budista será equivalente a no haber asimilado los cambios en nuestro entendimiento de la mente humana.

Aún no está definido claramente qué es ser humano, dado que cualquier faceta de nuestra cultura o incluso de nuestra biología sigue abierta a la innovación y a un nuevo entendimiento. No sabemos cómo seremos dentro de mil años —o simplemente si seremos, dado lo absurdamente letal de muchas de nuestras creencias— pero sean cuales sean los cambios que nos esperan, hay algo que probablemente no va a cambiar; la diferencia entre sufrimiento y felicidad va a seguir siendo lo más importante para nosotros. Querremos así entender todos los procesos —bioquímicos, éticos, políticos, económicos, espirituales, etc.— que suponen dicha diferencia. Estamos lejos de tener un entendimiento definitivo de dichos procesos, pero sí sabemos lo suficiente para desprendernos de muchos malentendidos decisivos. De hecho ya sabemos lo suficiente para afirmar que el Dios de Abraham no es sólo indigno de la inmensidad del Universo. Es incluso indigno del hombre.

Hay mucho aún por descubrir sobre la naturaleza de la mente humana. En particular falta mucho por aprender sobre cómo convertir un instrumento que sirve para la codicia, el odio y la desilusión en una fuente de sabiduría y compasión. Los estudiosos de Buda están en una mejor posición para este nuevo entendimiento. Pero la religión Budista se les opone.

13/6/09

BURROS FUTBOLCLUB


Noticia mundial: "Cristiamo Ronaldo ficha por el Real Madrid por algo más de 90 millones de euros, batiendo el récord en cuanto al precio hasta ahora pagado por los servicios de un tocapelotas..."

En los segundos que empleamos en leer estas palabras han muerto varios niños de hambre en todo el mundo. ¡Hala, ya estamos! Otro seudohumanista que viene a recordarnos el drama ya más que explotado de los negritos de África... Puede que así sea, pero la cuestión es que fuere como fuere, y lo tomemos como lo tomemos, en este mismo instante que estás delante de tu ordenador están muriendo personas de hambre en el mundo.

No voy a decir que cada vez que veo las noticias de los multimillonarios fichajes del fútbol en contraste con las de las personas que pasan hambre y mueren, dejo de dormir por las noches y se me quita el apetito. Esto no sería nada sincero, más aún teniendo en cuenta lo inmunizados o heshumanizados que estamos casi todos, bajo los efectos del cáncer televisivo que irrumpe diariamente y sin pedir permiso en nuestros hogares. Pero unas palabritas bien despachadas delante de mi portátil quizás sirvan para recordarme a mí mismo precisamente eso, que cada vez vemos más normal cosas tan absurdas como que una persona pueda recibir tantas riquezas por dar patadas a un balón, mientras otros mueren diariamente por no tener qué llevarse a la boca.

Por otro lado está la cuestión de los medios de "incomunicación", que hacen eco una y otra vez de estas noticias, creando la sensación en el ambiente de que realmente se trata de algo trascendental en nuestras vidas. Aunque quizás sólo pretendan desviar la atención del populacho para que no nos asuste lo que se nos viene encima.

De todas formas, esto del fútbol es bastante curioso. Son muchísimos los que se desviven por "su equipo", y llegan a tal punto de identificación con él que cuando "su equipo" gana algo, piensan que ellos también han ganado algo por ellos mismos. De la misma forma cuando un jugador de "su equipo" triunfa, y se puede permitir conducir coches de lujo y gastar 20.000 euros en una noche de copas, de alguna forma ellos también se sienten parte de esa vida. Quizás sea un mecanismo de evasión de la propia realidad. Los muy forofos de "su equipo" y seguidores de sus jugadores, quizás miren al futbolista de moda vistiendo ropa muy cara pero de dudoso gusto, y acompañado por una miss-cirugíaportadadetalrevista, y sientan que esa es la vida que le gustaría tener, que eso es el triunfo y la plenitud en la vida. A veces nos contentamos con adorar a los que tienen, según nuestro punto de vista, la vida perfecta mientras la nuestra, la de verdad, se nos pasa como a un burro que corre tras una zanahoria que cuelga de una caña de pescar delante de nuestros hocicos. ¿No sería una buena idea mirar alguna vez de vez en cuando hacia atrás para descubrir quién intenta conducirnos como a burros, manipulándonos con una simple zanahoria. O más allá. ¿No deberíamos mirar dentro de nosotros mismos y preguntarnos por qué dejamos que el rumbo de nuestra vida, lo decida el que lleva la caña con la dichosa zanahoria?

Sea o no inmoral (dependiendo a quién le preguntemos) pagar 90 millones de euros por que alguien juegue a la pelota, o sea o no de burros pretender que ese modelo de triunfador que se come el mundo es un ejemplo a seguir, la cuestión es que poseer una gran cantidad de dinero es una gran responsabilidad. A mayor cantidad de ingresos en nuestra cuenta corriente, mayor cantidad de cosas podríamos hacer en este mundo que parece ir a la deriva ¿no?

Resumiendo, resulta paradójico pensar que aunque consiguiéramos toda la riqueza que poseen nuestros ídolos del fútbol, aunque ganásemos los 9.000 millones de euros que se embolsó el señor Botín trabajando estoy totalmente seguro honradamente, todavía no tendríamos el suficiente dinero para comprar el avión, el tren, la nave espacial o el medio de transporte necesario para llevarnos lo suficientemente lejos de nosotros mismos y de la conciencia de nuestra propia caducidad.


José Luis Villalonga