14/5/08

Retiro zen en Luz Serena


Cansados, locos, miserables, eufóricos, abatidos, miedosos, espectantes, vamos llegando poco a poco hasta cincuenta y dos personas a este lugar apartado de la civilización. En el Templo Zen de La Luz Serena que acoge a todas la existecias nos encontramos en un nuevo retiro de primavera. Muchas caras nuevas y otras que ya son amigas, mujeres y hombres de Cantabria, Barcelona, Zaragoza, Argentina, Alemania, Brasil, Francia y casualidades de la vida, aparte de Sensei y yo, otro amigo de Utrera.

Así en medio de la montaña, con el murmullo del viento en los pinos y los almendros, vamos interiorizando cada vez más en nosotros mismos. Vamos “tomando conciencia de...” y sobre todo “dándonos cuenta de...”. Por la mañana con el inconsciente del sueño nocturno empapando todavía nuestros ojos nos sentamos a sentirnos en la sala de meditación y buceamos, buceamos por nuestras emociones, por nuestras preguntas sin responder, por nuestros miedos, y en medio del silencio caigo en la cuenta de que no estoy solo. Siento intimamente la callada energía de quienes me rodean.

Así van pasando los días, con miradas compasivas, sonrisas y bellos gestos que hace de estos desconocidos una verdadera familia espiritual en muy poco tiempo.
Sensei es como un espejo que refleja todo cuanto le rodea, con sus enseñanzas va dando golpes a nuestra conciencia adormecida por la vida acomodada de la ciudad, va despertando y guiando de forma firme pero compasiva, ¡Cuánta sabiduría pasa por la venas del maestro!, le atraviesa y llega hasta nuestro corazón en forma de palabras exactas.

Sensei es como un espejo, un espejo puro que no deforma la realidad sino que te la muestra tal cual es sin artificios. Su noble misión es reflejar la realidad de cada uno para que cada uno tome la responsabilidad de afrontarla.

Nos despojamos de la piel, del cabello, de los huesos, de todo, y llegamos hasta nuestro corazón en una meditación bella y justa que nos enseña lo mejor y lo peor de nosotros mismos y simplemente aceptamos lo que somos. Así, el último día después de la última meditación, estallamos de felicidad y al terminar nos abrazamos con naturalidad con los compañeros de viaje. Ya no cabe la represión sexual masculina, ni el miedo femenino al contacto con los otros, ni los estereotipos, simplemente somos seres humanos que se abrazan sin pretenciones, espontánea y naturalmente, como muestra de afecto y comprensión.

En este gran océano de la vida, algunas gotas hemos coincidido en este lugar del tiempo y del espacio para darnos un abrazo espiritual sincero e irrepetible. Por unos días hemos aparcado nuestra historia personal ilusoria y prefabricada en las cadenas de montaje de la sociedad de consumo para ser nosotros mismos y darnos los unos a los otros.

Luego la paella, la cervecita y las risas, pérdida de mi vuelo y un billete nuevo para Sevilla a precio de oro. Pero ¡oye!, de buen rollo...


José Luis Villalonga

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