9/6/08

Puro Jazz Cósmico

Una vieja grabación de VHS rescatada en formato digital me ha traido la realidad, mi realidad de hace diecisiete años, y una mezcla de añoranza y alegría ha recorrido mi cuerpo en forma de escalofrío. ¡Hace diecisiete años!. ¡Cuánto ha llovido!. Apenas si reconozco al semiadolescente grandullón que fuí y que sin que nadie me avisara dejé de ser hace ya mucho. Calladamente, como un sueño ha pasado el tiempo desde entonces y la realidad severa pero justa me enseña hoy un trozo de lo que fué y nunca volverá. Mis abuelos, mi tía, incluso algún amigo que ya no está me recuerda la fragilidad de todo aquello que amo y que agoistamente alguna vez pretendí atrapar.

Las calles han cambiado, las personas que las frecuentaban que ya no están, otras que llegaron para luego irse y algunas que todavía permanecen. Muchos cambios que sumido en el sueño cotidiano del fluir de mi existencia no he alcanzado a apreciar. Mi hermana con la dulzura y la inocencia de una niña, se abraza a mi abuelo y sonríe tranquila. Yo, río y río con el genio alegre de mi padre que bromea con mi tío Lucas. Es una maravilla, un trozo de realidad coservada y ahora representada en mi televisor y un momento excelente para una reflexión inevitable. La vida fluye más allá de nosotros mismos.

Lo vea o no todo ocurre y todo pasa, y lo que ayer me parecía eterno hoy me parece haber sido tan sólo una centésima de segundo. Ahora no encuentro la sonrisa de mi abuelo, la serenidad de mi abuela, el humor familiar de mi tía... Me veo y no me reconozco porque ¿que fue de aquel niño?.
Sin embargo me alienta sentir que aquellas sonrisas, aquel cariño de los que ya no están no se ha esfumado, tan solo ha cambiado de envoltorio. Son personas distintas en esta realidad de ahora las que ma arropan como ellos lo hacían, es un mismo corazón que ha cambiado de forma, de apariencia.
Somos la continuidad de los que ya no están, como pequeños eslavones de la cadena de la eternidad. Un cuerpo y apariencia cambiante para un mismo corazón que late en la sinfonía eterna de la vida, del universo.

Hoy, siento que el amor de los que me precediron, y aquellos momentos son los creadores de este fruto que empieza a florecer más allá de mi máscara de treintañero serio y grandullón. Es por esto que siento una gran gratitud hacia ellos, hacia todos, hacia ti mismo que ahora lees estas palabras porque por mi mismo no sería absolutamente nada. En este momento que no se si es de lucidez o de locura siento que cada uno de nosotros sostenemos esta obra de arte del universo llamada vida.

Muy pronto nosotros también dejaremos sitio para otros niños, adolescentes y jovencillos asustados y nos miraremos en ellos intentando no olvidar lo que sentíamos en esos años. Así que hoy me alienta la idea de poner lo mejor de mi mismo, para ser el apoyo imprescindible para los que me rodean, para mi propia vida y para los que vendrán, añadiendo así mi granito de arena a esta melodía maravillosa de jazz cósmico que resuena hoy en lo más profundo de mi corazón...



“La luna no es luna si mis ojos no lo ven.
La luz del sol no existe si mis ojos no lo ven.
Mis ojos no son ojos si los tuyos no lo ven...”

José Luis Villalonga.

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