23/6/08


Cientos de banderas tibetanas en los más alto del escenario. algo más de las diez de la noche y casi nueve mil criaturitas embriagados de calor empiezan a saltar al unísono con el primer tema de Manolo García. Nueve mil alegrías y nueve mil tristezas como una sóla voz, nueve mil disfraces y el maestro de ceremonias dispuesto a realizar su refinada alquimia.

Leña al mono Manolo, leña a nuestras conciencias empapadas en cervezas y en sudor. Sus letras abren puertas y aplastan convicciones. "Amar, amar, amar...", canta Manolo. Qué fácil en la teoría y que complicado para nuestros corazones miedosos de niños... Siguen los temas, siguen las cervezas, y sigue el humo negro en los pulmones. Danos caña Manolo, alíate esta noche con el elixir que le echo a mi tabaco y hazme olvidar mis últimas tristezas y mis últimas alegrías.

Todos los días trabajando para pagar el gasóleo del yate de los banqueros, grita Manolo. A la mierda el móvil, a la mierda la ropa de diseño, ¡A la mierda los BMW! Qué bueno este tío. Se tira al público de cabeza y luego se va corriendo por encima de la barra a la vez que empieza a sonar "Llevame esta noche a San Fernando" y el auditorio parece que se va a caer.
En medio de la cerveza, el tabaco aliñado, el sudor, y los cuerpo cada vez más cerca de algunas, y cada vez más lejos de otras, Manolo va metiendo pequeñas dosis de su poesía. Tiene los cojones de leer un manifiesto ecologísta y pedir nuestra colaboración para no matar la naturaleza que nos da la vida, se encomienda a nuestro amor por la vida, por el aire, nuestro amor para los que están y para los que vendrán. Sigue la poesía, siguen las cervezas y mi sangre cada vez se vuelve más negra.
"Levedad... somos levedad" este tema resuena en cada hueco de mis huesos y un escalofrío me recorre la columna vertebral. ¡Qué letra! profundo y sincero. Empiezo a llamar a todo dios para ofrecerles un trozo de esta poesía por mi móvil, poesía que resuena en lo más íntimo, en lo más sutil de nuestros cerebros encerrados. Quisiera atrapar este instante presente y regalarlo, pero caigo en la cuenta de que este instante del presente no me pertenece. Caigo en la cuenta de que nada me pertenece y una extraña sensación de tristeza y libertad me hace soltar las manos y dejar partir temores y añoranzas que se estaban acomodando dentro de mi. Ahora sí, la tristeza bañada en libertad produce su mágica mutación y deja paso a la alegría y la tranquilidad de un instante presente que no me pertenece, pero que estoy viviendo y sintiendo hasta la médula.

Para terminar, otra letra que te atraviesa. "Rosa de Lalejandría, rosa amarilla...", va terminando la función, "adentrarme quiero en el silencio, abandonar esta senda..." ¡Cómo te entiendo Manolo! hoy siento tu poesía mía.

Un artista comprometido, valiente y entregado nos ha regalado lo más íntimo de sí en sus letras. ¿Quién dice que ya nadie es sincero, cuando este tío se acaba de desnudar, acaba de destrozar su "disfraz" ante nueve mil personas?

Salimos del auditorio y la noche sigue inspirada por la música y por el elixir que hoy alegra y calma mis últimas soledades y mis últimos apegos. Esta noche tengo sed, y quiero más cerveza, más piedras negras y más miradas y cuerpos cómplices. Esta noche quiero matarlo todo y que todo renazca, esta noche quiero fundirme en el instante presente aunque sé que no me pertenece y mañana, con las cenizas de mi memoria, escribiré en trazos grandes sobre las sábanas sudadas: ¡Qué pronto pasa todo!


José Luis Villalonga

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