4/8/08

Monos al volante

Que triste situación, encontrarse diariamente perros literalmente descuartizados en la carretera (Particularmente en la carretera de Utrera a Los Palacios que es la que recorro diariamente para ir y venir del trabajo), deshechos por los impactos de los vehículos de los monos amaestrados que conducimos y hablamos por nuestro móvil... Que triste el abandono de estos seres indefensos, a su suerte, y la implacabilidad de nosotros los conductores...

Que triste situación el abandono de estos animales indefensos, y que triste situación verse en manos de monos amaestrados con teléfonos movil al volante de sus máquinas de autoafirmación narcicista, derrochando ansias, ansias por devorar al otro, por dar rienda suelta al instinto reptiliano del depredador, del aniquilador.

El automóvil, como otros tantos juguetes de nosotros los humanos es una proyección de nuestro interior, una proyección de nuestro ego, de nuestros delirios de grandeza y prepotencia. Es increíble como día a día se sigue observando las miríadas de monos amaestrados al volante que inundan las carreteras. Porque aunque hallamos obtenido cierta habilidad para el habla, y hallamos desarrollado una mente conceptual bastante avanzada, parece ser que en el fondo somos como monos salvajes con el instinto agresivo y depredador de una jungla de hierros con motor, neumáticos y alquitrán como escaparate de nuestras animaladas. Parece como si al volante tuviéramos la ilusión de poder reharcirnos de todas nuestras frustraciones diarias, como si de esta forma pudiésemos vengarnos y soltar toda esa violencia recibida y contenida que lo “socialmente correcto” no nos deja expresar de otra forma.

Al volante parece que somos los más duros, los más listos o listas, parece que somos realmente inmortales. Nadie se nos resiste. Con nuestros confortables asientos y una música machacona como banda sonora de nuestros delirios de grandeza, no hay adelantamiento que se nos resista ni señal que nos pare. Somos los “number one” y eso se lo tenemos que hacer entender a los demás por las buenas o por la malas.

Por las buenas, nos llevaremos algun susto y los insultos de otros conductores, si acaso una multa como mucho. Por las malas... La visión de nuestro cuerpo, el de otros conductores, amigos, familiares, niños, fríos, marmóreos, yertos, como dormidos, dormidos para siempre. Un futuro inexistente y dolor, dolor intenso y profundo en lo más ondo de los que miran nuestros envoltorios, nuestros cuerpos que ya no guardan la luz de la vida.
Un individuo como los que me cruzo a diario por la carretera de Los Palacios puede ser un ignorante, un prepotente, un frustado cargado de mala leche o simplemente un hijo de puta, pero lo que está claro es que la vida es algo demasiado valioso, una oportunidad única e irrepetible como para estar jugando a ser el más macho, el más listo, el más inmortal, cuando lo único que parecemos al volante es un verdadero mono amaestrado.


José Luis Villalonga.

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